Saltar al contenido

Cómo hacer cuando hacen todo lo posible por no irse a dormir (y tú solo quieres sobrevivir al día)

Hay un momento del día que ningún libro de paternidad te prepara para vivir de verdad. No es el primer llanto, ni la primera fiebre. Es la hora de dormir. Ese instante mágico en el que tu hijo, que llevaba todo el día medio zombie, decide que ahora es el momento perfecto para correr, cantar, negociar y reinventar el concepto del insomnio.

Como padre primerizo, recuerdo pensar: “cuando esté cansado, se dormirá”. Spoiler: no siempre funciona así.

Este artículo nace desde ahí. Desde el cansancio real, desde el pijama puesto hace una hora, y desde el deseo sincero de ayudar a otros padres que están pasando por lo mismo.

Por qué hacen todo lo posible por no irse a dormir

Antes de buscar soluciones, ayuda entender qué está pasando en su cabecita.

En muchos casos no es rebeldía ni ganas de fastidiar. Es desarrollo. A partir de cierto momento, dormir implica separación, perderse cosas, dejar de controlar el entorno. Y eso, para un niño pequeño, puede ser un drama digno de ópera.

Además, el cansancio extremo no siempre relaja. A veces sobreestimula. Es cuando aparecen los saltos en la cama, las risas sin sentido y ese “tengo hambre” justo después de cenar.

Recuerdo noches en las que mi hijo parecía poseído justo cuando apagábamos la luz. No estaba descansado: estaba pasado de vueltas.

Rutina sí, pero con sentido

Se habla mucho de la rutina del sueño, y con razón. Pero no como una checklist rígida, sino como una señal de seguridad.

Baño, pijama, cuento, luz tenue. Siempre en el mismo orden. No para que se duerma al segundo, sino para que su cuerpo entienda que el día se acaba.

READ  Cómo coger a un bebé o recién nacido

Un detalle que a mí me ayudó fue bajar yo también el ritmo. Si llegas acelerado, hablando alto o mirando el móvil, el mensaje es contradictorio. Ellos lo notan todo.

Cuando empiezan las excusas infinitas

“Agua”, “pipí”, “otro cuento”, “ven conmigo”. Aquí es fácil perder la paciencia.

Lo que mejor me funcionó fue anticipar: antes de acostarse, repasamos todo. Agua, baño, cuento elegido. Y cuando aparece la excusa número 17, responder con calma y previsibilidad.

No es ceder, es dar estructura. Saber qué esperar les tranquiliza más que una negociación eterna.

Qué hacer cuando se levantan una y otra vez

Esto desgasta mucho, sobre todo al final del día.

Volverlos a llevar a la cama sin grandes discursos suele ser más efectivo que explicar mil veces por qué tienen que dormir. Poco estímulo, poca emoción. Como diciendo: “no pasa nada, esto es dormir”.

Las primeras noches cuestan. A mí me costaron. Pero con constancia, el mensaje se integra.

Ajustar expectativas (las tuyas)

Este punto es clave y se habla poco.

No todas las noches van a ser perfectas. Habrá regresiones, picos de desarrollo, enfermedades, cambios. Pensar que algo va mal porque hoy no se duerme es una carga innecesaria.

Dormir es un proceso, no un logro permanente.

Dormir no debería ser una batalla

Si cada noche acaba en lucha, algo se está tensando demasiado. A veces ayuda adelantar la hora, reducir estímulos por la tarde o incluso revisar si la siesta está afectando.

Y a veces, simplemente, acompañar. Estar. Sin prisas.

Hubo noches en las que mi hijo solo necesitaba que me quedara sentado en silencio cinco minutos. No era dependencia: era regulación emocional.

READ  Calendario de vacunas del bebé: cómo no perderte ninguna (sin volverte loco con los pinchazos)

Cuando pedir ayuda tiene sentido

Si el problema se prolonga semanas, si hay despertares constantes o un agotamiento extremo en casa, consultar con un pediatra o especialista en sueño infantil puede ser un alivio, no un fracaso.

Dormir bien es salud. Para ellos y para nosotros.

Para terminar, de padre a padre

Si estás leyendo esto con ojeras, no estás solo.

No estás haciendo nada mal porque hoy no se duerma. Estás criando, acompañando y aprendiendo en el proceso.

Y aunque ahora parezca imposible, llegará el día en que cierres la puerta de su habitación… y se quede dormido.

Ese día, probablemente, tú te quedes mirando la puerta unos segundos más, en silencio, pensando: “al final, todo pasa”.