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¿Por qué mi peque se sube a mesas y sillas? Guía de supervivencia para padres con escaladores en casa

Ayer, mientras yo intentaba hacer algo tan ambicioso como… poner una lavadora, mi peque decidió que la silla del comedor no era una silla. Era el primer peldaño de su Everest personal: silla → mesa → “hola, mundo, he conquistado el mantel”.

Y claro, ahí estás tú: el padre primerizo con el corazón en la garganta, una mano en el móvil (por si hay que llamar a la ONU) y la otra intentando que no se descalabre. La escena se repite tanto que uno llega a pensar que en el ADN de los niños viene un “modo escalador” que se activa justo cuando te giras 3 segundos.

Si tu hijo o hija se sube a las mesas y sillas, no estás solo. Y no, no significa automáticamente que “sea malo”, que “te esté retando” o que “lo estás haciendo fatal”. Muchas veces es una mezcla de desarrollo normal, curiosidad y una necesidad muy humana de… llegar más alto.

Vamos a ver por qué pasa, qué beneficios obtiene, cómo reconducirlo sin entrar en una guerra diaria y, sobre todo, cómo mantenerlo seguro (que es la parte que más nos quita el sueño).

Primero: lo obvio que nadie te dijo (o te lo dijo tu suegra con juicio)

Cuando un peque trepa, normalmente está buscando una de estas cosas:

Quiere acceso (a “cosas de mayores”)

La encimera, el fregadero, el interruptor, el vaso “prohibido”, el cajón de los tápers… Desde su altura, el mundo está lleno de “no llego”. Subirse es su ascensor.

A mí me pasó con el lavabo: el día que consiguió verse en el espejo sin que yo lo levantara, su cara fue de “por fin, independencia”. Y al segundo, claro, intentó repetirlo… pero sin avisar.

Está practicando habilidades motoras a lo bestia

Entre los 1 y 3 años se dispara el desarrollo motor: equilibrio, coordinación, fuerza en piernas, planificación (“primero pongo el pie aquí, luego la mano allá…”). Trepar es un entrenamiento completísimo.

Busca control y autonomía

No es “desafío” en plan villano. Es “yo puedo”. Y cuando descubren que pueden, lo quieren repetir 200 veces. Igual que cuando aprenden a decir “no”.

Necesita movimiento (y la casa es su parque)

Hay niños con más necesidad de actividad física que otros. Si fuera de casa no se mueven mucho, en casa se inventan un circuito: sofá, silla, mesa, respaldo, y vuelta.

Está probando límites… porque aprender límites es parte del trabajo

Los límites no se descargan por Wi‑Fi. Se construyen por repetición. Si hoy se sube, tú reaccionas, mañana prueba otra vez para entender “qué pasa aquí” y “hasta dónde llega”.

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¿Qué beneficios obtiene al subirse? (sí, alguno hay… aunque te fastidie admitirlo)

Te entiendo: cuando estás recogiendo un vaso roto del suelo, la palabra “beneficio” suena a chiste. Pero hay cosas buenas detrás:

Desarrollo motor y propiocepción

Trepar mejora fuerza, equilibrio, coordinación y esa “sensación interna” del cuerpo (propiocepción) que les ayuda a moverse con más seguridad.

Planificación y resolución de problemas

No es solo fuerza. Es estrategia: dónde pongo el pie, cómo me impulso, qué agarro. Están haciendo “ingeniería doméstica” en versión mini.

Confianza y autonomía

Cada mini‑logro (“¡lo he conseguido!”) alimenta la seguridad en sí mismos. Bien canalizado, es oro.

Curiosidad y aprendizaje

Subirse suele ir unido a explorar: mirar por la ventana, alcanzar un objeto, entender cómo funciona algo.

La clave es esta: no se trata de cortar el impulso, sino de redirigirlo.

Lo importante: diferenciar trepar de trepar a lo loco

Aquí me salvó hacerme una regla simple:

  • Si trepa en un lugar seguro y supervisado → lo acompaño y le enseño.
  • Si trepa en un lugar peligroso o inestable → lo paro sin negociar.

No es “permitir todo” ni “prohibir todo”. Es dónde sí y dónde no.

Cómo reconducirlo sin gritar (y sin convertir tu casa en un ring)

1) Cambia el “NO te subas” por un “SÍ, aquí”

El cerebro de un peque entiende mejor el “sí” concreto que el “no” abstracto.

En vez de: “¡No te subas a la mesa!”

Prueba: “La mesa no. Puedes subirte a tu escalón/torre de aprendizaje/sofá conmigo.”

Al principio te sentirás como un loro, pero funciona por acumulación.

2) Ponle una alternativa real de “llegar”

Muchas veces el problema no es la silla: es que quiere llegar al fregadero, ver lo que cocinas o lavarse las manos solo.

Opciones que suelen ayudar:

  • Torre de aprendizaje o taburete estable con antideslizante.
  • Escalón de baño fijo.
  • Una “zona de subir” (colchoneta + módulo de espuma + sofá bajo).

Si la alternativa no le permite hacer lo que quiere, volverá a la silla como si fuera su Tinder de aventuras.

3) Enséñale cómo subir y bajar (sí, esto se enseña)

Lo que más accidentes provoca no es subir… es bajar mal.

Una frase que repetí mil veces: “Bajamos de espaldas, como un osito.”

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Le coges las caderas, le guías los pies, y lo repites cada vez.

El objetivo no es que “no trepe”, sino que aprenda a trepar con técnica.

4) Anticípate a los momentos “peligro”

Yo lo noté: cuando estaba cansado, aburrido o hambriento, subía más.

Ahí ayuda tener preparado algo “de manos ocupadas”:

  • una torre de bloques,
  • un cajón seguro con utensilios de plástico,
  • una tarea mini: “¿me ayudas a meter los calcetines en la lavadora?”

No es distraer por distraer: es darle una misión cuando su cuerpo pide acción.

5) Límites claros, cortos y consistentes (sin discursos)

Si decides que la mesa es “no”, que sea “no” siempre. No “a veces sí si estoy con café”.

Ejemplo realista:

La mesa es para comer. Subirte es peligroso. Te bajo.

Sin sermón. Sin enfado infinito. Repetición y calma (aunque por dentro estés contando hasta 300).

6) Ojo con las risas (porque refuerzan)

Hay días en que se suben, tú te asustas, y alguien se ríe nervioso. Para ellos, eso puede ser premio.

No pasa nada si se te escapa una sonrisa (somos humanos), pero intenta que el “show” no tenga aplausos.

Cómo mantenerlo seguro sin vivir con casco

Aquí va lo práctico, estilo “casa a prueba de escaladores”:

Estabiliza lo que se mueve

  • Sillas que se deslizan: ponles topes antideslizantes.
  • Mesas ligeras: si se vuelcan fácil, reubícalas o pon peso abajo temporalmente.

Reduce el daño si cae (porque la caída es parte del aprendizaje)

  • Alfombra gruesa o colchoneta en la zona donde más lo intenta.
  • Esquinas protegidas en mesas bajas.

Retira “premios” peligrosos

Si al subirse consigue el mando, el cuchillo de mantequilla (sí, eso existe) o el vaso de cristal, lo repetirá.

Haz una mini auditoría:

  • ¿Qué hay en la mesa/encimera que le resulta irresistible?
  • ¿Qué puede romperse o cortarle?

Supervisa de verdad (y esto duele)

“Supervisar” no es estar en la misma habitación mirando el móvil con fe. Es saber que en 3 segundos ya está arriba.

Si vas a hacer algo que te absorbe (cocinar, atender una llamada), deja a mano una alternativa segura o delimita la zona.

Si hay riesgo alto, bloquea el acceso

En ciertas etapas, si es constante, vale usar barreras:

  • cerrar cocina,
  • poner sillas fuera del acceso a la mesa,
  • crear un “sí” grande en un rincón.

No es para siempre. Es gestión de fase.

¿Y si parece que lo hace “para llamar la atención”?

A veces sí: cuando estamos a mil, el momento “me subo a la mesa” garantiza que papá aparezca en 0,2 segundos.

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Aquí ayuda:

  • Dar atención antes: 10 minutos de juego “solo con papá” al día, sin multitarea, bajan mucho la conducta de “hacer cosas locas para que me mires”.
  • Atención durante lo seguro: “Te veo, estás subiendo muy bien. Vamos a bajar como un osito.” Eso refuerza lo que quieres que repita.

Señales para tomártelo con más calma (y señales para consultar)

La mayoría de niños trepan. Punto.

Pero consulta con tu pediatra o profesional si:

  • hay caídas frecuentes por torpeza fuera de lo esperable,
  • se hace daño mucho y parece no registrar el peligro,
  • hay un comportamiento impulsivo extremo que no mejora nada con límites y estructura,
  • o si tú estás desbordado y sientes que la seguridad en casa se te va de las manos.

Pedir ayuda no es dramatizar. Es cuidar.

Lo que a mí me está funcionando (versión realista, no Pinterest)

En casa hicimos un “pacto” muy sencillo:

  • Mesa del comedor: no se sube. Siempre igual. Lo bajo sin debate.
  • Torre de aprendizaje en cocina: sí, conmigo. Ahí puede “hacer de chef” mientras yo cocino.
  • Regla del osito para bajar. La repetimos hasta en sueños.
  • Un cojín grande cerca del sofá, porque preferimos una caída amortiguada a una de baldosa.

¿Ha desaparecido el escalador? No. Pero ha bajado el riesgo, ha bajado la pelea y, lo más importante, yo ya no vivo como si estuviera en una película de acción.

Conclusión: tu peque no se ha “vuelto loco”… está creciendo

Que se suba a mesas y sillas suele ser una mezcla de desarrollo motor, curiosidad y necesidad de autonomía. No hace falta apagar ese fuego; hace falta ponerle una chimenea: un lugar seguro donde sí, una técnica para subir y bajar, y límites claros donde no.

Y si hoy te ha tocado bajarlo 27 veces antes de desayunar… respira. No estás fallando. Estás educando a un mini‑humano que acaba de descubrir que el mundo tiene altura. Y, con un poco de estructura, esa fase puede convertirse en una oportunidad para que gane habilidades… sin que tú pierdas la cordura (del todo).